Hace 4 años demandé la elección del Director de Cortolima; y aunque algunos interpretaron mi actuar como un ejercicio político o un acto de animadversión contra Jorge Enrique Cardozo, la verdad es que el Director saliente ni me va ni me viene, y que acudí el Consejo de Estado porque consideré que debía ponerse coto a la politiquería en la elección de los Directores de Corporaciones Autónomas Regionales, venga esa politiquería de donde venga. La constitución nacional establece en su artículo 125, que “Los funcionarios, cuyo sistema de nombramiento no haya sido determinado por la Constitución o la ley, serán nombrados por concurso público”. Consideré entonces y en ello basé mi demanda, que el cargo de Director de Corporación Autónoma Regional no podía ser la excepción en el propósito de nominación por meritocracia que tímidamente empezaba la constitución a desarrollar; entendiendo que si los mejores llegan a los cargos de importancia, podemos esperar mejores resultados. Sin embargo, la Sección Quinta del Consejo de Estado a mi pesar, sostuvo que las CAR son un mundo aparte y que pueden nominar a sus directores como les dé la gana. Eso sí, si a bien lo tienen, pueden establecer algún procedimiento meritocrático, pero solo, si se les antoja. En resumen, con la decisión del Consejo de Estado, se abrió la posibilidad discrecional de inventarse algún mecanismo de selección por mérito o escoger director a voto limpio, sin preguntar siquiera si el candidato diferencia entre una fuente hídrica y una piscina olímpica. Pues bien, traigo a cuento estas reflexiones porque la reciente elección de Director en Cortolima, muestra como doloroso resultado en términos de transparencia y pulcritud, la imperativa necesidad de no dejar en manos de los consejos directivos de las corporaciones la decisión de hacer o no una selección meritocrática. Señalo entonces, que la decisión de hace tres años de la Sección Quinta del Consejo de Estado, atizó el fuego de la politiquería ramplona en las elecciones de Directores, como quedó demostrado hace un par de semanas en la del Tolima. ¿O cómo se puede explicar que se abra un proceso en el que se haga una convocatoria pública con participación de medio centenar de profesionales, sin que se abra el más mínimo espacio de participación para que aquellos dejen ver sus competencias de dirección, muestren su visión acerca del asunto ambiental en el Departamento y expongan los atributos que puedan hacerlos merecedores del puesto? Lo único meritorio para el Consejo Directivo terminó siendo el apoyo político con el que contaban dos candidatos, ignorando a los otros cuarenta y tantos, con lo cual, la decisión de quien orientará la política ambiental del departamento terminó siendo un ejercicio politiquero de tercera, con tráfico de influencias y ofrecimientos de espacios en los gabinetes, cupos que se convirtieron ahora en la moneda con la que se paga o premia el servilismo. El Consejo Directivo se comportó como un concejo de un municipio de sexta categoría en un lugar recóndito de la geografía nacional y no como un cuerpo colegiado en el que se sientan entre otros, representantes del presidente de la república y el ministro del medio ambiente y el Gobernador del Departamento entre otros notables señores. Para concluir estas reflexiones me pregunto: ¿Y si no fue la ponderación de las hojas de vida y de las competencias, la visión del medio ambiente o las ejecutorias de los candidatos las que motivaron la elección, que fue lo que movió al consejo directivo a la hora de elegir Director de Cortolima? Escribanos a consulta@wilsonleal.com